viernes, 12 de noviembre de 2010

Penny Sparkle, de Blonde Redhead


Penny Sparkle, último disco de Blonde Redhead, es la suma de otras épocas, de sus trabajos predecesores: siete discos de estudio que se han hecho con las entrañas. Esta cualidad no pasa desapercibida cuando uno visita el universo sonoro de los gemelos Pace y la japonesa Kazu Makino, discos siempre catárticos y colosales. Penny Sparkle funciona de la misma forma: la música se dispara y se eleva y alcanza niveles conmovedores en los que el oyente encuentra resonancias con alguna emoción, así como el diapasón con el instrumento musical.
Nuevos elementos mueven el ánimo del álbum hacia estados de dramatismo y sofisticación. Esto se debe en buena medida al uso constante de atmósferas electrónicas a lo largo de las canciones y a la  colaboración del productor Alan Moulder, conocido por su trabajo en el disco de culto Loveless de My Bloody Valentine.
Penny Sparkle también suena a tristeza, cada pieza es un canto acuático y humilde que hace vibrar y despertar el alma dormida. En ese sentido, esta música encuentra su símil en los discos clave del indie electrónico, como el Vespertine de Björk, en el que paradójicamente la electrónica es la piedra angular que, a través de sintetizadores y softwares de audio, construye una música orgánica y sentimental.

Penny Sparkle, Blonde Redhead, 4AD Records, 2010.

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